El Comité
de Redacción de Acta Bioquímica Clínica Latinoamericana
ha seleccionado este artículo publicado en la revista “Exactamente”,
Año 10, Nº 31 de diciembre de 2004; para su difusión
a través de FABA Informa.
La producción pública de vacunas es
considerada, cada vez más, como un tema estratégico para
el sostenimiento del sistema sanitario nacional. En la Argentina ya se
vislumbra la posibilidad de enfrentar el desafío que implica el
autoabastecimiento para asegurar la cobertura inmunológica de la
población. Y la definición está en manos del Estado.
Por Verónica Engler
The Lancet, una de las revistas de mayor impacto mundial en medicina,
publicó en abril de este año un contundente editorial sobre
la importancia de la producción de vacunas. El artículo
llamaba la atención sobre la escasez que se viene registrando en
los últimos años a causa de la poca rentabilidad que ofrece
la fabricación de este tipo de producto medicinal a los laboratorios
privados.
En
2002, UNICEF ya advertía sobre una falta de 70 millones de dosis
y un año antes, la Organización Panamericana de la Salud
(OPS) reconocía este déficit como un problema de salud pública
al que los estados debían prestar atención. “Esta
situación delicada -advertía la Organización- requerirá
que los Estados Miembro aseguren una reserva de vacunas y que planifiquen
sus pedidos con mucha anticipación por intermedio del Fondo Rotatorio
para la compra de vacunas de la OPS”.
Mientras que la fabricación de las vacunas más comunes ha
dejado de ser rentable para las compañías farmacéuticas,
la producción pública es casi nula en los países
pobres porque carecen de los recursos necesarios para iniciar este tipo
de emprendimientos. Esto hace que la cobertura vacunal de las naciones
dependa de una industria cada vez más concentrada -entre 1998 y
2001, de los catorce laboratorios internacionales que producían
vacunas, diez pararon parcial o totalmente su producción-. Es decir,
la tendencia es que haya cada vez menos laboratorios que produzcan. La
consecuencia de esta merma es que la cantidad producida no será
suficiente para abastecer una demanda mundial creciente.
CALENDARIO NACIONAL DE VACUNACIÓN
Son
ocho las vacunas de aplicación obligatoria que conforman lo
que se conoce con el nombre de calendario Nacional de Vacunación:
BCG (tuberculosis),
Anti Hepatitis B, Doble Adultos
(tétanos-difteria),
Triple Bacteriana (difteria-tétanos-pertussis),
Cuádruple Bacteriana (difteria-tétanos-pertussis-hemophilus-influenza
B),
Sabin (poliomielitis),Doble Viral
(sarampión-rubéola) y
triple Viral (sarampión-rubéola-parotiditis).
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Por otro lado, la Organización Mundial de la Salud
(OMS) aconseja, para la mayoría de las vacunas, la utilización
de gérmenes (cepas) regionales con el fin de aumentar la efectividad
en la prevención de diferentes comunidades.
Considerando este mapa de carestía y de necesidades locales, diversas
organizaciones sanitarias y académicas de la Argentina vienen propiciando
desde hace un par de años la producción pública de
vacunas como parte de una política más amplia que incluiría
la manufactura de medicamentos.
El gobierno, por su parte, parece haber incluido el tema de las vacunas
en su agenda. Prueba de ello es el préstamo de 800 mil pesos solicitado
al Banco Mundial -concedido en octubre pasado- con el fin de adecuar el
Laboratorio Central de Salud Pública de la Provincia de Buenos
Aires (LCSP), en la ciudad de La Plata. El objetivo es producir BCG para
abastecer las necesidades de la población de todo el territorio
nacional.
La producción como estrategia
En
nuestro país, el LCSP (también conocido como Instituto Biológico
de La Plata) y la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos
de la Salud (ANLIS-Malbrán) son las únicas instituciones
que producen vacunas del Calendario Nacional de Vacunación, con
excepción del Laboratorio de las Fuerzas Armadas, que fabrica en
una proporción mínima para uso propio.
El LCSP produce la BCG y la Doble Adultos, aunque en cantidades que sólo
cubren las necesidades de la Provincia de Buenos Aires (1.600.000 dosis
por año de cada una); y el ANLIS- Malbrán produce aproximadamente
200.000 dosis anuales de la Doble Adultos. Las seis vacunas restantes
que se aplican en el marco del Calendario Nacional, así como también
las dosis faltantes de BCG y vacuna Doble para el resto del país,
son compradas en el exterior por el Ministerio de Salud.
La Argentina importó vacunas por más de 20 millones de dólares
en 2003 a través del Fondo Rotatorio de la OPS, establecido hace
veinticinco años con el fin de abaratar costos mediante compras
“al por mayor”. Esta adquisición se realizó
a través de un préstamo del Banco Internacional de Reconstrucción
y Fomento (BIRF, que depende del Banco Mundial). Para el período
que cubre el presente año hasta marzo de 2005, el préstamo
tomado ascendía a casi 30 millones de dólares.
“Producir vacunas en el país permitirá dar cobertura
social adecuada y necesaria sustituyendo importaciones, abrir fuentes
de trabajo y hasta generar posibilidades de exportación -afirma
el doctor Martín Isturiz, jefe de Inmunología del Instituto
de Investigaciones Hematológicas (IIHEMA) de la Academia Nacional
de Medicina e investigador superior del Conicet-. Además, es una
manera de ir generando autonomía tecnológica en áreas
de importancia estratégica .
Isturiz es uno de los fundadores del Grupo de Gestión de Políticas
de Estado en Ciencia y Tecnología que desde hace dos años
viene desarrollando una campaña persistente para promover la producción
pública de vacunas. En la misma línea de acción se
inscribieron las jornadas “Vacunas: un déficit de la nación”,
realizadas en octubre del año pasado en la Facultad de Ciencias
Exactas (FCE) de la Universidad Nacional de La Plata. En esa ocasión,
la doctora Daniela Hozbor, del Instituto de Bioquímica y Biología
Molecular de la
FCE, presentó un informe en el que destacaba que la Bordetella
pertussis (agente causal de la tos convulsa, también conocida como
coqueluche) utilizada en las vacunas Triple y Cuádruple importadas,
no tiene las características de las cepas que producen la enfermedad
en la Argentina.
Hozbor dirige un equipo que investiga aspectos básicos de la interacción
de la Bordetella pertussis con el hospedador (la persona infectada). De
este conocimiento básico se espera poder elegir adecuadamente qué
cepa bacteriana y qué componentes son esenciales para lograr una
buena protección contra la tos convulsa. “Este es un caso
típico en donde las vacunas importadas no cubren las necesidades
de la región, y la solución es producirlas en el país
-admite Hozbor-. Por ello es que la producción nacional de esta
vacuna con cepas aisladas en el país tendría una importancia
estratégica en el control de la tos convulsa”. Esta enfermedad
respiratoria, altamente contagiosa, ocasiona en el mundo 60 millones de
casos y 500 mil muertes anuales.
“Hemos enviado un informe al Ministerio de Salud de la Nación
diciendo que, en la vacuna que se importa, el componente pertussis no
da protección buena contra la tos convulsa, porque son cepas de
otros lugares y la OMS está recomendando utilizar cepas regionales.
Entonces, para esas cepas hay que hacer desarrollo en nuestro país”,
asegura Hozbor. “Tuvimos respuesta del Ministerio, y nos daban la
razón, decían que había más tos convulsa”.
En este caso, importar vacunas acarrea como consecuencia una incompleta
inmunización de la población.
“El diseño de una vacuna debería hacerse teniendo
en cuenta los datos epidemiológicos de la región -sostiene
la médica-. Lamentablemente, Latinoamérica basa sus desarrollos
y estrategias en el área de salud sobre datos de otros. Argentina
debe mejorar significativamente los estudios epidemiológicos, deberían
apoyarse más seriamente porque a partir de ellos se pueden diseñar
estrategias preventivas más eficaces”.
En los últimos meses, el Grupo de Gestión -que representa
a más de 1.400 personas y 65 instituciones- se concentró
fundamentalmente en la BCG “porque hay capacidad instalada para
hacerla y tiene niveles internacionales de calidad”, argumenta Isturiz.
De acuerdo con las evaluaciones realizadas por la OMS, la BCG producida
para la Provincia de Buenos Aires es una vacuna de referencia para América
Latina y el Caribe. Pero, a pesar de su buena calidad, el laboratorio
de La Plata no contaba con la autorización de la Administración
Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica
(ANMAT dependiente del Ministerio de Salud de la Nación) para poder
distribuir el producto en todo el país.
Esta inhibición en lo referente al tránsito federal, tiene
que ver con lo que técnicamente se llama Buenas Prácticas
de Fabricación (GMP; por sus siglas en inglés) que estipulan,
entre otras cosas, las características edilicias que debe tener
el lugar donde se produce. El proceso productivo en el área de
vacunas está regulado por estrictas normas de seguridad que se
establecen a nivel internacional en el marco de la OMS. En cada país,
los entes reguladores pertinentes -en la Argentina, la ANMAT- son los
encargados de controlar el cumplimiento de estas normas que resguardan
la calidad del producto.
Justamente, durante la primera mitad de este año, las autoridades
del LSCP estuvieron elaborando un proyecto de reforma del laboratorio
con el fin de adecuar las instalaciones y poder producir BCG para distribuir
fuera del territorio bonaerense. En el mes de junio, la ANMAT finalmente
aprobó las remodelaciones edilicias y de equipamiento definitivas
de la planta productora.
Pero para adecuar la infraestructura del laboratorio se necesitan aproximadamente
1,5 millones de pesos, suma que se conseguiría en parte a través
de un préstamo de la Secretaría de Ciencia, Tecnología
e Innovación Productiva, que sería de aproximadamente 700
mil pesos. El resto lo aportará el Ministerio de Salud de la Nación
con el préstamo de 800 mil pesos que ya fue aprobado por el Banco
Mundial.
Sustitución de importaciones
Durante el año 2003, la Argentina debió importar 3.375.000
dosis de BCG por un valor total de 337.500 dólares (a diez centavos
de dólar por unidad).
“Pero internamente, ¿qué conviene: generar deuda externa
por casi 400 mil dólares, que es insignificante, o invertir eso
en el desarrollo de vacunas locales, preservar la autonomía tecnológica
y formar recursos humanos?”, se pregunta Isturiz.
“El Ministerio está absolutamente comprometido con el proyecto
de producción pública de BCG”, afirma la doctora Silvia
Kochen, quien desde el Ministerio de Salud se encargó de monitorear
-junto a la Vice Ministra, la doctora Graciela Rosso- el proyecto de remodelación
del Laboratorio de La Plata para presentar ante la ANMAT y ante los funcionarios
del Banco Mundial que debían dar el visto bueno para la aprobación
del crédito solicitado.
Kochen coincide con Isturiz y Hozbor en considerar la producción
pública de vacunas como una cuestión de estado estratégica,
pero destaca varios aspectos que hubo que tener presentes al momento de
formular el proyecto para pedir dinero al exterior. “Cuando se va
a producir una vacuna, también hay que evaluar costos, porque si
se compra la BCG por el Fondo Rotatorio a diez centavos de dólar
la dosis, no se puede producir a un costo de diez dólares”.
En la propuesta presentada por el LCSP se estima que la provisión
al Estado Nacional de BCG se podría realizar entregando la vacuna
a un valor de entre seis y siete centavos de dólar. Esta estimación
resulta de evaluar el costo de producción teniendo en cuenta los
valores de los diferentes insumos y servicios empleados en la producción,
que conforman los gastos generales del Laboratorio.
La capacidad actual de producción del Instituto Biológico
de La Plata es tal, que permitiría producir vacunas BCG para todo
el territorio nacional y aun para exportar:
El LCSP tiene una experiencia de más de treinta años en
la elaboración y control de BCG. La capacidad de esta planta de
producción es tal que actualmente permitiría producir para
distribuir en todo el territorio nacional (aproximadamente 5.000.000 de
dosis) y aun para exportarse.
“Una vez que la vacuna producida por este laboratorio esté
disponible, el Ministerio se compromete a su adquisición para ser
distribuida en todo el territorio nacional, y de esta forma dar respuesta
a las necesidades de la población, sin que el Estado Nacional tenga
que importarla”, asegura Kochen.
“Tomamos la BCG como caso testigo más que como un hecho económico
en sí, porque (empezar a producirla) marcaría una voluntad
política y eso es fundamental. La BCG es como el primer escalón
-ejemplifica Isturiz-. La Doble también se podría producir
para todo el país, porque, de hecho, el Instituto Biológico
de La Plata ya lo hace para la provincia de Buenos Aires”.
Si se aprovechara la posibilidad de comenzar a subir esa escalera productiva,
según Isturiz, se podría llegar a elaborar una vacuna como
la Cuádruple, “que es importante desde el punto de vista
sanitario y también económico, porque es más cara
(vale un poco más de tres dólares la dosis) y se importa
por 10 millones de dólares anuales”. Aunque producirla no
costase más barato que importarla, la diferencia estaría
en que el dinero quedaría circulando en el país y no saldría
como erogación.
Los programas de inmunización en todo el mundo, y particularmente
en Latinoamérica, han sido sumamente fructíferos. En 1970,
el año en que la OPS convocó a una Conferencia Internacional
sobre la Aplicación de Vacunas, las tasas de cobertura de inmunización,
con las escasas vacunas empleadas en los programas de la región
-que eran básicamente DPT, BCG, antipoliomielítica y toxoide
tetánico- eran inferiores al 10 por ciento.
Actualmente, la cobertura de vacunación -que ahora incluye las
vacunas contra el sarampión, la rubéola, la parotiditis,
Haemophilus influenzae tipo b y la hepatitis B- alcanza un promedio de
80 a 90 por ciento en los países de América. Hoy todo parece
indicar que para seguir avanzando en este sentido, es el Estado el que
tiene que asumir el desafío que implica la producción de
vacunas.
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